PALACIO

 PEREDA

Arcón de Buenos Aires

 

 

El Palacio Pereda

 

 Actual sede de la Embajada de Brasil en la calle Cerrito 1330 y Arroyo 1130, proyectado por los arquitectos Louis Martín en un primer periodo y Julio Dormal, arquitecto Belga que había estudiado en la Ecole des Beaux Arts, de París quien finaliza el trabajo y uno de los autores del teatro Colón y planeo la rambla de Mar del Plata por iniciativa de Emilio Mitre.

 

El edificio de la Embajada de Brasil imita una suntuosa mansión del parisino bulevar Haussmann. TIiene 3 pisos y 50 ambientes. Celedonio Pereda un estanciero (hijo de Vicente), había quedado deslumbrado con las mansiones parisinas. Estaba casado con María Girado de Pereda. En la fachada de piedra y ladrillo de un hotel 5 estrellas se reconocen influencias de los castillos del Loire. A Pereda la imitación encarada por Martín no le resultó lo suficientemente fiel.

 

 

El palacio queda terminado en 1936. Se situaba en una zona palaciega y elegante. En la plazoleta frente al Jockey Club en la culminación de la muy francesa avenida Alvear. Con 122 mil hectáreas de tierra la familia Pereda era la cuarta mas poderosa en numero de hectáreas de la republica Argentina. José María Sert y Badía un muralista y termino los trabajos en el palacio de la ornamentación de los techos.

Después de la visita del embajador de Brasil Joao Baptista Lusardo, que en 1938 y fascinado por la propiedad, el gobierno de ese país ofreció 4 mil toneladas hierro en barras (en lugar de dinero) y un edificio de la Av. Callao al 1500 a cambio de la mansión. Aceptada la transacción, en 1944, los Pereda se trasladaron al edificio de Callao, llevándose los cuadros de gran valor y dejando aquellos que fueron pintados sobre los muros y los techos, como los lienzos del maestro catalán José María Sert que fueron traídos desde España y colocados en el cielorraso de dos de las salas más importantes.

 

Embajada de Brasil (1919)
 

Es importante rescatar que el gobierno de Brasil ha tratado de mantener y recuperar todo el patrimonio existente de la propiedad y conservarlo tal como estaba en sus orígenes. Los estucos de las paredes, simulando mármoles, maderas suntuosas (nogal), oro y mármoles de colores, las alfombras antiguas, sillones, sillas y mesas originales -traídos de Francia, tal como era la tendencia de la época- se conservan en perfecto estado. Los pisos de roble de Eslavonia, las arañas de cristal de Baccarat, gobelinos de Aubusson, mesas y sillas de estilo auténticas y una pintura original de Jacob Jordaens de 1650, son sólo algunos de los objetos valiosos que conserva el edificio. También conserva pinturas de Julio Vila y Prades, Juan Carlos Castagnino y M.A. Vidal.

Inclusive es fascinante rescatar el baño de época, que actualmente es de uso público, con bacha y pedestal de mármol de Carrara y casetonados de madera, así como también otro cuarto de baño con bacha y pedestal en ónix verde, piezas que por supuesto hoy en día son inhallables.

 

El acceso de recepción está en la planta baja, donde se encontraban las áreas de servicio. Pereda quiso tener una escalera monumental al estilo Château de Fontainebleau tanto en el interior como en el exterior. Así accedemos al primer piso (también existe un ascensor), donde se ubican varios salones de recepción para distintas actividades. En la tercera y última planta se halla la vivienda del embajador, a la cual lógicamente no pudimos ingresar.

 

 La terraza posterior cuyas escaleras en herradura nos conducen, tal como en Fontainbleau, a los maravillosos jardines de la Embajada en los cuales se realizan eventos diplomáticos. Una mirada a la fachada posterior nos hizo trasladar en la memoria a la Ciudad Luz: parece un pequeño rincón parisino en el corazón de la Recoleta con todo el esplendor de la Belle Epoque porteña. ¡Cómo nos sorprende Buenos Aires!

 

 El salón de música esta definido por una tapicería de Aubusson que reproduce una escena mitológica del tipo Verdure con personajes.

 

 

 

Muy pocos podrían explicar la génesis de lo que hoy es la embajada de Brasil en la Argentina con mayor propiedad que Susana Pereda de Bary Tornquist, hija del doctor Celedonio Pereda y Pereda, que fue el primer propietario del  palacio y, por cierto, su factótum: "Con idea de construir su residencia, mi padre compró en el año 1917, a la sucesión del general Benjamín Victorica, un terreno sito en la calle Arroyo (del 1130 al 1142) con un edificio antiguo, y en el mismo año se completa el fondo con un lote de la señora Felisa Ortiz Basualdo de Alvear.

Celedonio encarga los planos de su futura residencia al arquitecto francés Luis Martin, a quien le pide se inspire en el edificio del museo Jacquemart André de París, y también le sugiere que la bajada al jardín se parezca a la escalier en fer a cheval del castillo de Fontainebleau. Por algunas divergencias con el arquitecto Martin, terminó la casa el arquitecto belga julio Dormal, realizando la decoración la firma Jansen de París, a cuyo frente estaba el señor Raymond Rerny. Celedonio fue a Europa con la idea de encontrar un artista que pintara los techos de la residencia, quedó entusiasmado al contemplar estas obras de arte. Por medio de un primo de mi madre, José María Girado, que vivía en París, nos pusimos en contacto con Sert, quien nos invitó a visitar su atelier en la calle Barbet de Jouy. Fuimos varias veces allí, y entre otras obras se encontraban los cartones para tapicería, encargo del Estado francés, para la fábrica de los Gobelinos; Sert me regaló uno de ellos, que es una sobrepuesta representando una riña de gallos.

  Para 1870 la continuación de la calle Cerrito dividía las quintas de Pueyrredón y Arroyo. Corresponden a la quinta Arroyo los solares donde se encuentran el Hotel Hyatt, la mansion Alzaga Unzue y el palacio Atucha.

    Entre los terrenos que se vendieron luego de la muerte de Pueyrredón esta el predio del palacio Pereda, los terrenos habian sido adquiridos por los esposos Elena Growland y Roberto Hoevel. La pareja vivió alli 8 años y luego la adquirió el General Victorica.

Después de estas visitas se convino en mandarle las maquettes de los distintos ambientes, para que con conocimiento de causa pudiera proyectar los techos. Las telas recién llegaron en 1932, y para colocarlas en los techos se siguieron exactamente las instrucciones de Sert. El trabajo lo realizó el señor Carlos Lagazio por un sistema de marouflage; debido a su tamaño, el techo del living tuvo que ser centrado en el jardín".

Nada menos que diecisiete años -empezó en 1919- llevó la construcción de los majestuosos cuatro mil metros cuadrados cubiertos del Palacio Pereda, que culminó en 1936 al finalizarse la capilla. Las colosales telas de Sert -Los equilibristas, en el gran salón; El aseo de Don Quijote, en el comedor principal; Tela de araña; en el comedor diario; Nubarrones, en el salón de música, y Diana cazadora, en el salón dorado- coronaron magníficamente el conjunto, caracterizado por la lujosa frondosidad de su decoración interior, que contrasta con la sobriedad de su clásica fachada. Aunque hoy resulta impensable una residencia familiar de características tan imponentes, cabe recordar que la Argentina de aquel tiempo, "el granero del mundo", era un país todopoderoso y pujante, vanguardia cultural de Europa en América; y que los Pereda, hacia 1930, eran una de las cinco familias de terratenientes más poderosas de la República. Se trataba, pues, de una arquitectura de prestigio, de mostrar al mundo la grandeza de nuestro país y de sus hogares más destacados: la misma intención que alumbró el nacimiento de residencias familiares igualmente formidables, como el Palacio Ortiz Basualdo (actual embajada de Francia), el Errázuriz (Museo de Arte Decorativo), el Anchorena (Palacio San Martín), el de Marcelo de Alvear (embajada de Italia) y el Harilao de Olmos (sede de la Nunciatura). "Todos ellos -escribió el arquitecto Osvaldo Salgado- fieles exponentes arquitectónicos de un eclecticismo que, si bien atado al repertorio historicista, seleccionó libremente los elementos de dicho repertorio sin sujetarse a la unidad estilística".

A más de terrazas y jardín de invierno, el Palacio Pereda tiene tres pisos y medio centenar de ambientes. En el segundo piso, rodeando un gran living central, están los departamentos privados -actualmente ocupados por los embajadores del Brasil y sus huéspedes-, y el primer piso es el área de recepción, con dos salones -el de recepción y el dorado-, dos comedores, biblioteca, sala de música y capilla. Salgado, en su enfoque histórico-económico del Palacio Pereda, destacó los "muchos elementos para el asombro" que hay en el edificio: "La excelente factura de los estucos, que reproducen con obsesiva perfección mármoles y granitos, evidencia el excelente nivel de los artesanos ocupados en la obra; la síntesis lograda en la resolución de algunos de los elementos complementarios, tales como las barandas de protección en las ventanas de los pisos superiores, o la marquesina que protege la salida desde la recepción al jardín, o el muy buen nivel de iluminación y ventilación de los diferentes locales, fruto de las entonces nuevas teorías sanitarias".

No mucho tiempo vivieron Celedonio Pereda y familia en su palacio. En 1938, el presidente brasileño Getulio Vargas, de visita en Buenos Aires, fue huésped de los Pereda, y seis años más tarde el embajador brasileño en la Argentina, João Baptista Lusardo, compró la residencia en nombre de la República Federativa del Brasil: en el contrato de venta, firmado el 6 de julio de 1945, consta el compromiso de pagar a los dueños la cantidad de cuatro mil toneladas de hierro en barra en el puerto de Río de Janeiro, a más de transferir a la familia Pereda la antigua sede de la embajada, al 1500 de Callao.

Los sucesivos embajadores que desde entonces residieron en el Palacio Pereda conservaron celosamente el soberbio edificio y su fabulosa decoración -tapices, estatuas, pinturas, bronces-, bien que introduciendo, sobre todo, en los ámbitos íntimos, nuevas obras de arte. En 1977, la capilla adquirió otra fisonomía: el altar, en madera entallada, presentó una sencilla cruz de bronce en el lugar que antes ocupaba un tríptico, y sobre la pared derecha se instaló una imagen de La Aparecida. Y así, habiéndose convertido en institucional su original destino hogareño -como ocurrió con todas las grandes mansiones porteñas-, sede diplomática de una nación vecina y hermana, el Palacio Pereda encontró una nueva y potente razón de ser para perpetuar su magnificencia.


 

 
           

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